Los obispos mantienen que prohibir los símbolos religiosos en los lugares públicos, como las escuelas, atenta contra los valores, la herencia cultural y la tradición de España y, por extensión, de los países europeos. «Ponerse en contra de los símbolos de los valores que modelan la historia y la cultura de un pueblo es dejarle indefenso ante otras ofertas culturales, no siempre benéficas», sostiene la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española en una declaración sobre la «exposición de símbolos religiosos cristianos en Europa». El documento está motivado ante la próxima decisión de la Corte de Justicia de la Unión Europea sobre un recurso presentado por Italia por la presencia de crucifijos en las escuelas públicas, después de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos sentenciara que esta exposición lesiona los derechos fundamentales.
Así, el portavoz del Episcopado y obispo auxiliar de Madrid, Juan Antonio Martínez Camino, aclaró que la declaración de los obispos no está relacionada con la ley de libertad religiosa que pretende aprobar el Gobierno socialista, máxime, dijo, cuando «no hay ni siquiera un borrador». El documento de los prelados subraya que las sociedades de tradición cristiana «no deberían oponerse a la exposición pública de sus símbolos religiosos, en particular, en los lugares en los que se educa a los niños». «De lo contrario -agrega el documento-, estas sociedades difícilmente podrán llegar a transmitir a las generaciones futuras su propia identidad y sus valores».
De ser así, arguyen los obispos, «se convertirían en sociedades contradictorias que rechazan la herencia espiritual y cultural en la que hunden sus raíces y se cierran el camino al futuro». Argumentan, además, que la presencia de símbolos religiosos cristianos en los ámbitos públicos, «en particular la presencia de la cruz, refleja el sentimiento religioso de los cristianos de todas las confesiones y no pretende excluir a nadie». «Al contrario -indican-, es expresión de una tradición a la que todos reconocen un gran valor y un gran papel catalizador en el diálogo entre personas de buena voluntad y como sostén para los que sufren y los necesitados, sin distinción de fe, raza o nación».
«Gracias precisamente al cristianismo -añade la declaración-, Europa ha sabido afirmar la autonomía de los campos espiritual y temporal y abrirse al principio de la libertad religiosa, respetando tanto los derechos de los creyentes como de los no creyentes. Esto se ve más claro en nuestros días, cuando otras religiones se difunden entre nosotros al amparo de esa realidad». Según los prelados, «de la cruz surgen el altruismo y la generosidad más acendrada, así como una sincera solidaridad ofrecida a todos, sin imponer nada a nadie».
Sin citar al islam
Remiso al principio a precisar a qué se aludía con las palabras «herencias culturales poco benéficas», Martínez Camino aludió finalmente al «ateísmo, el agnosticismo y otras tradiciones religiosas que implican otros valores», si bien se cuidó mucho de citar expresamente al islam. «No se enjuicia ninguna cultura en su globalidad. Todas tienen elementos de luz y de sombra, también la cristiana», justificó. Aun así, argumentó que «si se impone la eliminación de los símbolos de nuestra tradición cultural y religiosa, como el crucifijo, ese vacío será llenado por otros símbolos». «¿Si se impide, por cuáles van a ser sustituidos?», lanzó al aire. A su juicio, eliminar los símbolos cristianos «es segar la hierba bajo los pies de nuestra propia cultura y valores». «Se corre el peligro -alertó- de convertir a la religión en algo privado que no puede aparecer en el ámbito público».
Por otra parte, el portavoz de la jerarquía católica también fue interpelado sobre las terapias que prometen curar la homosexualidad. Martínez Camino evitó aludir al asunto en cuestión, si bien recordó la doctrina de la Iglesia y dijo que
la «conducta de los homosexuales es objetivamente desordenada» y «no responde al valor moral tal como la concibe la ética cristiana».
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